Hay cosas que, irremediablemente, uno aprende a base de golpes, de golpes
duros, de golpes reales, de esos que te ayudan a entender tu realidad, la
realidad de este mundo.
Otras veces, uno aprende simplemente porque el tiempo pasa y cambia nuestras realidades y las del mundo y las personas que nos rodean.
Siempre aprendemos. Bueno, en principio. Porque por mucho que a veces sabemos comprender el peligro o la locura o lo incorrecto, terminamos cruzando esa barrera. Terminamos locos, incorrectos, terminamos al borde del peligro. Y eso que, en principio, había cosas que habíamos aprendido.
LAS COSAS QUE HE APRENDIDO
He aprendido que un día te mueres y el que lo siente, sin duda, eres tú. Sobre tu recuerdo caerán toneladas de segundos que, como la tierra que cae sobre tu caja, harán que las personas que te rozaron poco a poco te olviden. Así es, y así
debe ser. Los recuerdos dolorosos no pueden existir para siempre.
He aprendido que de entre los que se mueren hay de todo: grandes cabrones y personas excepcionales. Y que ninguno de ellos elige las circunstancias de su muerte. Por eso la mayoría de las veces esas muertes son crueles. Así es, y
así debe ser.
He aprendido que, vayas donde vayas, hay listos, muy listos, listísimos que no hacen más que la mitad de cuarto que lo que uno hace, pero que lo venden como el Santo Grial, y que se perpetúan en sus cargos. Alrededor, muchos
simplemente alucinaremos, y esperaremos ese San Martín que a estos
cerdos, con perdón, no les llega.
He aprendido a no criticar sin saber, y, aun sabiendo, he aprendido a
criticar lo mínimo. Entre otras muchas cosas, porque nunca sabes. Es imposible
que sepas cosas que solo se ven desde dentro. Y además, no puedes juzgar solo
desde tu prisma, solo a través de lo que tú no haces. No. Eso me hace sentir
mejor.
He aprendido que normalmente gana el fuerte, y que es mejor no ir contra
según, quién o cómo. Te machacarán. Esperarán su momento y lo harán. No te
quepa duda. Parte de la base de que entre cien personas siempre hay un hijoputa
con ganas de hacer daño.
He aprendido cosas fantásticas. Como a disfrutar a solas, a valerme y bastarme. He aprendido a no esperar, a no desear, a no querer. De esa manera me alimento, me como, me nutro, me protejo.
He aprendido a atesorar, a guarecer secretos, a valorar momentos chiquititos pero lujosos como piezas de orfebre. He elevado el abrazo sincero a la categoría de único, y a una mano que aprieta la mía, a la categoría de
sublime.
He aprendido a cambiar, a negar un poco lo que soy. He aprendido a protegerme para poder proteger, para poder ser.
A ratos pienso que de nada sirve, que no me ayudará en nada. Pero en el fondo sé que sí. Porque he aprendido. Y ya no vivo en Nunca Jamás. No existe un lugar así en la tierra de los humanos.
Otras veces, uno aprende simplemente porque el tiempo pasa y cambia nuestras realidades y las del mundo y las personas que nos rodean.
Siempre aprendemos. Bueno, en principio. Porque por mucho que a veces sabemos comprender el peligro o la locura o lo incorrecto, terminamos cruzando esa barrera. Terminamos locos, incorrectos, terminamos al borde del peligro. Y eso que, en principio, había cosas que habíamos aprendido.
LAS COSAS QUE HE APRENDIDO
He aprendido que un día te mueres y el que lo siente, sin duda, eres tú. Sobre tu recuerdo caerán toneladas de segundos que, como la tierra que cae sobre tu caja, harán que las personas que te rozaron poco a poco te olviden. Así es
He aprendido que de entre los que se mueren hay de todo: grandes cabrones y personas excepcionales. Y que ninguno de ellos elige las circunstancias de su muerte. Por eso la mayoría de las veces esas muertes son crueles. Así es
He aprendido que, vayas donde vayas, hay listos, muy listos, listísimos que no hacen más que la mitad de cuarto que lo que uno hace, pero que lo venden como el Santo Gria
He aprendido a no criticar sin saber
He aprendido que normalmente gana el fuerte
He aprendido cosas fantásticas. Como a disfrutar a solas, a valerme y bastarme. He aprendido a no esperar, a no desear, a no querer. De esa manera me alimento, me como, me nutro, me protejo.
He aprendido a atesorar, a guarecer secretos, a valorar momentos chiquititos pero lujosos como piezas de orfebre. He elevado el abrazo sincero a la categoría de único
He aprendido a cambiar, a negar un poco lo que soy. He aprendido a protegerme para poder proteger, para poder ser.
A ratos pienso que de nada sirve, que no me ayudará en nada. Pero en el fondo sé que sí. Porque he aprendido. Y ya no vivo en Nunca Jamás. No existe un lugar así en la tierra de los humanos.