Esas
tecnologías que a veces son tan molestas, tan entrometidas, que han venido a
robar nuestros sueños y a hacer olvidar libros y discos, son a veces sensibles,
son a veces tiernas, son, por una vez, el principio de todo lo que realmente
importa
ESAS
TECNOLOGÍAS...
Estoy cansada, triste y enfadada, una malísima
combinación. Pero como me conozco, poco a poco me he ido retirando de las
conversaciones de los demás, me he metido en mi mundo interior, y estoy
esperando que mi tormenta pase.
Estoy cansada porque los días son largos y traen mucha
tarea. Cansa pensar qué haremos de cena, si hay que parar a comprar en
Mercadona. Cansan los uniformes con sus manchas, las extra escolares, cansa
mirar si hoy por fin llegaron las zapatillas de fútbol a Decathlon...
Estoy triste porque el agua de la piscina ya está fría,
pese a la cúpula que compramos el año pasado. Me encantaba llegar tarde y poder
bañarme casi a oscuras, en una suerte de verano sin fin, estirando mi época
preferida del año.
Y estoy enfadada porque a veces una no puede evitarlo,
y se enfada con el mundo de cerca y con el mundo de lejos, y se molesta con las
intrigas de la oficina, y con los niños y el padre y el padre y los niños, y lo
que te digo, que esos días es mejor medio borrarse, dejar que pase la tormenta,
nuestra propia tormenta.
Antes de acostarme, reviso el teléfono con las últimas
noticias, mails, whattsapp, fb, etc. y veo una notificación de Linkedin de un
contacto al que he aceptado hace un rato. En una sola frase, el tío me comenta
la alegría que le da estar conectados y me sugiere quedar para conocernos
mejor. ¿Perdona? Me aseguro de que es un contacto de Linkedin y no uno de esos
ex novios nostálgicos del año mil que de repente te recuerdan y te cambiarían
por todo lo que tienen desde el Facebook. No. Es un contacto de Linkedin. El
tío no ha debido de entender que esto no es el meetic. Dudo un poco en si
mandarlo a la mierda pero recuerdo que estoy cansada, triste y enfadada y que
va a ser mejor apagar y dormir con la esperanza de agarrar un dulce sueño.
Click.
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En otra parte de la ciudad, esta mañana, una mañana
más, una sola mujer sola recibe una notificación por Tinder. Ella pensará que
es una más, la verdad es que ayer mismo estuvo a punto de borrar la aplicación,
se sentía extraña.
Extraña la soledad, extraña el contacto con otro que no
es el otro de siempre, el inolvidable. Cuando algo es impuesto, cuando la
decisión de la ruptura es sólo del otro, te sientes más extraña aún. Te
extrañas hasta de ti, pierdes pie, no sabes en cierta medida quién eres. De
repente es como si no tuvieses sitio en el mundo, como si se te hubiese pasado
la vez en la tienda. Desubicada sin más.
Por eso cuando alguien le contó Tinder dudó al
principio, y seguramente esas mismas dudas se confirmaron en los primeros
contactos. Otros desubicados, gente con poco que ofrecer o que ofrece solo
inmediatez y aquí y ahora con descaro. Por eso su sensibilidad se siente
extraña. Y está a punto de desechar la notificación pero esta vez la abre y ¡¡¡Chas!!!
Sorpresa.
La notificación es de una persona. Una persona
delicada, exigente, envolvente, y la extrañeza inicial se desvanece poco a
poco, la desconfianza se descongela, y ella se
zambulle de lleno en esa mágica espiral de pasión por lo y el
desconocido. Y en él de repente se encuentra a ella, se reencuentra mejorada,
vital y fresca. Ella encuentra identidad, encuentra cosas que desea contar a
sus amigos, desempolva su risa...resurge. Y eso que sabe que estuvo a punto de
darle a NO en su pantalla.
Una noche días más tarde ambas cuentan su historia
cenando con amigos. Yo estoy presente. Y me encanta ver como las tecnologías
nos aíslan y nos acercan, celebro ver que pese a que todo tiene un fin
comercial, algunas aplicaciones nos ofrecen oportunidades.
Mientras las escucho, a ambas, bloqueo desde el móvil
de la primera al inútil contacto de linkedin, mientras que desde el de la
segunda mando un beso y un me acuerdo de
ti mientras le cuento a mis amigos como eres, al príncipe azul que apareció
en la vida de mi amiga en una mañana que parecía que sería una más.