viernes, 26 de febrero de 2016

DETALLES DESDE LA VENTANA


 
Cuanto más tardas en identificar y reconocer un problema, más tardas en acometerlo y someterlo. Mirar dentro de uno, dejar que los demás nos digan por qué debemos hacerlo, por qué debemos salir de esa inacción, es fundamental. Todos somos distintos y eso nos hace especiales. Aunque unos lo son más que otros. Personas que son un detalle constante, humanos en constante y abnegado servicio a los demás, que nunca se ponen por delante de nadie,  y que quizá por eso sufren más que ninguno. Personas detallistas que miran el mundo desde una ventana. Hasta abrirla.
 
 

DETALLES DESDE LA VENTANA

Marcos acaba de marcharse, cerrando de un portazo tan violento que aún se mueven un poco los platos que tengo colgados, recuerdo de algunos viajes que quizá no merecían más recuerdo que ése.

Cuando discutes con tu pareja a veces hay esa violencia, pero con Marcos, con mi amigo Marcos, las discusiones están elevadas a la máxima potencia. Seguramente busca en mí un efecto catártico, una especie de crisis que haga que piense en lo que él quiere que piense. Y es que Marcos, esta vez como otras, lo que quiere es que piense en mí.

Devuelvo la vida a mi IPhone, pico mis códigos, conecto Napster y dejo que la música lentamente me invada. Y luego, tras un rato, me levanto, camino hacia la ventana, giro la manilla y la abro. Y el aire que me llega es, de repente, mi aire.

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Una hora antes, Marcos ha llamado a mi puerta, con los nudillos primero, luego a timbrazos que taladraban mis tímpanos e inundaban mi cerebro. Me huele. Tiene esa puta capacidad que tienen los buenos amigos para aparecer cuando los necesitas pero aún te niegas a reconocerlo, cuando aún estoy empapada en el llanto que guarda la crisálida de los días malos.

No me queda más remedio que levantarme, arrastrar los pies y abrirle la puerta, para luego sin mirarle enfilar de nuevo al dormitorio. Pero Marcos, ese puto amigo que viene a hurgar en tus heridas cuando aún no lo has llamado, me corta el paso y sin palabras, sólo enfrentando mi mirada, me inquiere.

Yo no voy a contarle nada, no por nada, sino porque Marcos sabe ya todo, así que simplemente me detengo, dejo que su mirada me juzgue. Normalmente tras un rato así, se apiada, me regala uno de sus abrazos de oso, masculla alguna maldición y luego me elige la ropa para que salgamos a dar una vuelta.


Realmente, a día de hoy, no me pasa nada malo. Pero Marcos dice que sí, que lo que me pasa, que esa tendencia que tengo de encerrarme en casa y dormitar, es por mi inclinación al menosprecio.


Quizá tenga razón. Él dice que es una cuestión de educación. Aún a mi generación la educaron para jugar un papel secundario, para no ser la opinión que dicta un camino. Tenemos muchas veces tendencia a no expresar, a no parecer, a buscar pasar desapercibidas, dejamos que nuestros logros sean silenciados, o peor aún, tendemos a minusvalorarlos frente a los de otros. Y eso sin hablar de gustos, aficiones, etc.


Mi problema con Marcos es Marcos en sí mismo. Marcos comparte conmigo, vive en mis cosas y me hace partícipe de las suyas, y es por ello que, poco a poco, ha ido entrando en mí, ha ido conociendo todo. Marcos sabe que me gusta la música, no se sorprende al verme bailar, lo hemos hecho miles de veces en casa, gastando megas, comentando temas. Marcos sabe que me encantaría tocar el piano, recuperar mi solfeo. Marcos sabe que me gustaría preparar ricos platos para alguien, y continuar haciendo el amor en el sofá, para terminar durmiendo al otro en mis brazos, acariciando su cabello, con el ritmo aún veloz, pensando en que vuelva a amarme al despertar, para no sentir el vacío de una cama sin huésped.


Marcos sabe todo eso y mucho más. Sabe que el mundo me gusta en colores, que no quiero ir peinada sólo con una coleta, que adoro las montañas nevadas y el agua corriendo a mi lado. Que puedo hacer los deberes con mis hijos y al rato buscar la película que encaja con el gusto de mi amante, y que no fallaré.


Pero sobre todo, Marcos sabe, y me dice, que no hay una persona que pueda ser amiga de otro como yo lo soy. No te falta un detalle, me dice. Eres la AMIGA de las letras grandes.

Está enfadado hoy Marcos, muy enfadado. Y carga su rifle, hace su último intento.


- ¿Ves la ventana?,- pregunta- el mundo está ahí fuera. Y no te espera. Eres tú la que tienes que abrir, salir. Eres tú la que tienes que romper tus barreras. El mundo no te espera, pero se sorprenderá. ¿Sabes por qué?


Lo miro. Me mira.


 - Se sorprenderá porque el mundo necesita sentir como tú sientes. El mundo necesita de tu sensibilidad. Todos pensamos que nunca llegará alguien que tenga un detalle, que nos haga sonreír, que nos llene, que nos complique también. El mundo necesita gente que le haga sentir, como sientes tú. Así que es la última vez que te lo digo: abre la puta ventana, y llena las vidas de los demás de tus detalles.


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Así que, como antes decía, devuelvo la vida a mi IPhone, pico mis códigos, conecto Napster y dejo que la música lentamente me invada. Y luego, tras un rato, me levanto, camino hacia la ventana, giro la manilla y la abro. Y el aire que me llega es, de repente, mi aire. Mi aire, el aire de mi ciudad inundando mi casa, entrando en mi vida.

Y Marcos mirándome desde abajo, exultante. Sonriendo. Como siempre, como nunca.