domingo, 5 de abril de 2015

EL SUEÑO DE PACO

Es obvio que cuando las cosas te cogen cerca se sienten más, se interiorizan. Y yo creo que las personas que escribimos tenemos una obligación: la de contar lo que otros han pasado, la de hacer de exorcistas. Con una idea en la cabeza: la de que este relato sirva en cierta manera para cerrar una etapa. Para que Paco tenga, al fin, otros sueños.

 
 
 
 
EL SUEÑO DE PACO


Paco hace cuentas mientras toma una cerveza con limón. Desgraciadamente la mayoría de las veces que las personas echamos cuentas es porque los números no cuadran. Contamos dinero virtual, pero en realidad bajo esos números se aloja la angustia, la desazón, la inquietud y a veces hasta el miedo.

 Paco no fuma pero hoy fumaría. Sale a la micro terraza de su mini casa y se apoya en la barandilla, meditabundo. Es reflexivo, es cabal Paco, no se ha tirado ni una vez en su vida sin paracaídas. Se debate, se rebate, los números y las razones parecen escaparse por un segundo. Da la espalda a la vista de la calle y contempla el interior del salón, ahora ridículamente invadido por una cama de matrimonio. Por un segundo, sonríe ante su propia locura, ante su propia osadía. Y entonces decide que las cuentas no cuentan con los hermanos, con los padres, con los amigos. Que las cuentas no saben de pasiones ni entregas ni de abnegaciones ni devociones. Paco va a lanzarse, pero hoy, antes, entra en el salón y se prepara para dormir.

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 El día anterior por la mañana comenzó pronto. Suena el telefonillo y su hermano aparece en la puerta, gruñendo, mascullando. Entre los dos comienzan a retirar cosas del salón, la mesa, las sillas, el aparador...El hueco, el vacío dejado es ocupado por la cama que estaba en la otra habitación de la casa. Al terminar, ambos contemplan el aspecto de la sala y el hermano masculla: No va a funcionar. Paco calla un momento. Sabe que no pero... ¿y si?

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 El aroma del café recién hecho llena la minúscula cocina-pasillo donde Paco ha colocado tres sillas. Suena la puerta, él se muerde de nuevo el labio, dibuja una sonrisa y abre la puerta. Las psicólogas entran, no quieren sentarse, quieren ver la casa. Paco les enseña la habitación, su habitación vacía. A ellas las gusta, y él se ilusiona. El baño, la cocina, y por último el salón/habitación. Ellas se miran, al principio como confundidas, hasta que una de ellas rompe el silencio.

 - Paco, esto no es una habitación. Es el salón. Si quieres iniciar un proceso de adopción, necesitas dos habitaciones, una para el futuro adoptado y otra para ti. Y un salón o un cuarto donde pueda jugar, hacer los deberes, ver la tele, hacer vida familiar.

 
Paco baja la cabeza, espera el golpe, lo encaja antes de que llegue. Lo entiende.

 - Paco, estás capacitado para el proceso, pero necesitas otra casa, un hogar que acoja al crío. Aguantaremos la decisión hasta que la tengas o desistas. Buenas tardes.

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 Cuatro días después suena el telefonillo, y el padre de Paco aparece, gruñendo, mascullando. Abajo, en la calle, el hermano y un amigo gruñen, mascullan, la furgoneta alquilada abierta. Comienza la mudanza. Esa misma noche al cerrar por última vez la puerta de su primera casa, Paco siente como si la traicionara, como si la abandonase por perseguir un sueño. Durante la noche, tumbado en la cama que dos noches antes estaba en una habitación, anoche estaba en un salón, y hoy es el único mueble de una nueva morada, Paco siente el pinchazo de la pena, la quemazón de la incertidumbre, y el nerviosismo de la espera.

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 Un mes después, un mes como un año, como una década, Paco tiene los papeles en regla. El último esfuerzo, pedir a los amigos una pequeña aportación para pagar la sangrante traducción al idioma del país donante de todo el expediente a enviar. Y es que las cuentas, frías como casi siempre, no habían terminado nunca de cuadrar.

 La funcionaria sella el abultado sobre con los documentos, y lo deposita en una valija. Así, sin más, comienza una espera que inunda la vida de Paco, que momentáneamente la paraliza, la subyuga.

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 "Estimado Sr. Paco:

 La legislación, el régimen de regulación de adopciones en nuestro país ha cambiado, y ya no autoriza llevar adelante procesos de adopción a familias monoparentales. Atentamente..."

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 Paco tiene un gato. Y por una razón justa pero misteriosa el gato adora a Paco. Las cuentas salieron, salieron bien, desafiaron a todo, se ajustaron. Los amigos, los padres, el hermano...todos están, siguen. Y sigue la cama, la que viajó, la que tuvo tres habitaciones en tres días.

 Pero cada vez que un padre o una madre hacen daño a sus hijos, cada vez que escucho cosas atroces que ocurren en el mundo y ocurren muchas, no puedo evitar pensar porqué Paco tiene que tener un gato, y no un precioso loco bajito.